
Iba a dejar de escribir aquí por varias razones, la más importante imagino, es que ha terminado la razón de ser del nacimiento de esta blog (la evaluación del mismo ha concluido) y la segunda no por ello menos trascendental, es que no lo lee prácticamente nadie. Pero claro, siempre hay un ángel dispuesto a regalarte su tiempo y por ese ángel (no hace falta que diga su nombre, ella ya sabe quién es) seguiré con ello. También, por qué no decirlo, es una terapía genial para sentir que puedes tener un espacio para tí sola donde soltar y soltar lo que piensas, más o menos, sin tener que pagar un canon por ello.
No es exactamente indignación lo que siento, no es eso, simplemente tristeza al comprobar cómo la gente ni siente ni padece por el desastre de mundo en el que vivimos. Ayer fuí a ver Ciudad de Silencio, que no es que sea una gran película, tiene pequeños fallos de guión que no desgarran la película, pero influyen en que sea, por lo menos, una película medianamente decente. A pesar de estos pequeños fallos, que ni siquiera creo la mayoría de la gente se diera cuenta de ellos, la película está bien, sirve de denuncia para una situación que desde hace años asola Ciudad Juárez y que ocultan tanto Estados Unidos como México. El caso es que salí del cine y nadie salía afectado, todos riendo como si nada, y claro, el cabreo fue monumental, porque vamos, me decía yo, la película no es para echar cohetes, pero bueno, para una pequeña reflexión sí que vale. Así que ahora supongo entender cómo funciona el mundo, ya no el cine, sino el mundo. Cuanto menos sepa, más feliz seré, intuyo.
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