martes, 9 de enero de 2007

Holiday

Intentar no echar sapos y culebras cual bruja enfada con el más santo santísimo, es harto difícil cuando estamos, como poco, intentando ser benevolentes con un película que no merece tal osadía. Pasar dos horas y diez minutos pegada a la butaca de un cine, consumiéndote por no romper a grigar del hastío, intentando conservar la calma por esto de que todo puede ser arte aunque tu no entiendas ni tres cuartos, o respirando profundamente repitiendo "soy una nube, soy una nube", es una batalla ganada a la industria de Hollywood. Lo mejor, escudriñar de reojo al chiquito que se perfila en la otra esquina sin que tu acompañante, por su puesto, se entere de nada, ni tampoco la rubia que le acompaña a él.
Holiday no solamente es el mayor de los soporiferos intentos de entretener a los espectadores, es también un fracaso desde el primer momento por los típicos planteamientos que no se los cree ya nadie. Vamos, que eso del principe o la princesa azul murió con Blancanieves. Pero para los que gusten de la impresionante Cameron Díaz pues nada, al cine con pocas expectativas y muchas, supongo, palomitas porque va para largo tanta ñoñería infantil.

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