miércoles, 29 de noviembre de 2006

Tierra



Recuerdo la primera vez que vi Tierra, la carga que sus imágenes dejaron incluso después de su final, pero aún recuerdo mejor el libro que Medem escribió expresamente para Silke, un diario a través del cual la historia de Ángel y Ángela adquiere dimensiones que la película no puede llegar a ver. Llevamos días hablando de sí un libro es mejor que una película o viceversa, de si el celuloide desmerece al buen hacer del escrivano. En esta ocasión, Medem complementa el uno con el otro. Al leer el diario entiendes un poco más a Ángel, su decisión final, su manera de actuar, de mirar la vida y afrontarla, pero es sobre todo a través de las palabras de ese diario donde los personajes se nos presentan con la otra cara, con su doble (Medem juega siempre con nuestros dos yo, el que mostramos y el que queremos esconder, quizá porque él también ha aprendido a esconder su propio yo). Mari ( en representación de lo carnal y terrenal frente a lo étereo y frágil) se presenta más allá de una simple visión de mujer calculadora y sensual, adquiera a través de las palabras de Medem un cariz que profundiza más en su dimensión cinematográfica. Se cuenta, que Silke nunca leyó el guión, Medem le entregó el diario y a partir de ahí trabajaron un papel que la verdad, borda a la perfección, quizá porque no hace otra cosa que interpretarse a sí misma.

Pasar las páginas de Tierra es adentrarse en uno mundo de misterio y casualidades (típicas por otra parte en todos las películas del cineata vasco), y son esas mismas casualidades las que hacen avanzar la historia, vista, esta vez, desde el otro lado del espejo.

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